sábado, 14 de mayo de 2011

Algunas reflexiones gnoseológicas


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El mundo cristiano, tejido universalmente por la araña divina[1], es uno de los más funestos y trágicos errores a los que ha sucumbido la humanidad. Hoy muchos no creen propiamente en Dios o en las directrices cristianas, pero han sido instruidos y por tanto viven, dentro de las deducciones cristianas, dentro de la concepción teológica del mundo.
Curiosa palabra la de mundo, una farsa más de las que acompañan al cristianismo y que aún siguen muy vigentes, ¿qué es el mundo, qué es un mundo? Puedo hablar de la Tierra, del Sol, de los astros, del Universo, de Júpiter,… puedo hacerlo porque pueden verse, porque pueden comprobarse, están probados empíricamente. No sucede así con los conceptos de infierno, Dios, mundo, cielo de las almas, libre albedrío, voluntad, alma, espíritu… Todo aquello que no podemos comprobar, que no podemos percibir, no es.
Nada tienen de real los conceptos religiosos o racionales en sentido no empirista, la realidad está sólo en el  <mundo fenoménico> nada hay de real en el noúmeno kantiano, el noúmeno como otra realidad, es un más allá, otro mundo que no es físico, que no es material, que esconde energías desconocidas junto con las que descansan las almas de los contribuyentes, digo, de los creyentes. Una ilusión, una farsa, un sueño, un ideal, un libro, la Biblia. La concepción judío-cristiana del mundo, de la realidad, es su primer gran error, no han entendido que sucede, viven en un espacio ideal junto con la gran mayoría de filósofos pre-científicos.


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Facta, non verba [hechos, no palabras] Hay que olvidar el racionalismo, la religión, los ideales, y debemos abrazar la realidad, la naturaleza, los sentidos, la ciencia, la vida. Verba volant…  ¡Basta ya de leer al viejo Platón y a su amigo Agustín! ¡Basta de ideales inútiles! Basta de textos acerca de otras realidades que no aportan nada y que incluso dañan al lector porque lo corrompen, lo sitúan en su espacio del ideal y del valor bajo el que viven hoy todas las personas, incluso algunas doctas. Los decanos de las facultades de filosofía deben ejercer una gran selección dentro del montón de opiniones absurdas que abundan en la historia de la filosofía, ¡pues ahora el filosofo sólo tiene cuatro años para formarse!, y no puede dedicar más de la mitad de ellos al estudio de los griegos, romanos y cristianos cuando sabemos, a ciencia cierta, que estos sí vivían en otro mundo, el de la ilusión, el de la farsa.
Ciencias naturales; la física, la biología, la química, la geología, la neurología,… esto es lo que debe aprender todo amante del conocimiento antes de abrir la boca, antes de empezar a decir tonterías que no tienen ningún sentido, que no tienen relación alguna con la realidad. ¿Qué puede enseñar hoy un licenciado en filosofía? Lo que imaginó Platón, lo que afirmó Descartes, lo que inventó Jesús, y así, nada dice de la realidad, de cómo debe actuar el hombre, de cómo debe reaccionar al peligro. ¡Qué demonios importan los ideales! “Lo que puede ser solamente pensado es ciertamente una ficción.” [2] Parafraseando a Nietzsche, ¿para qué serviría ese más allá si no fuera para huir del más acá?[3] La realidad, la vida, el día, las personas, eso es lo único que toca, ¡eso es lo que realmente importa!


3

Hoy, ahora, siglo XXI; Dios no ha muerto, no ha existido jamás. Pero esto no parece importarle a nadie; la gente sigue creyendo en las mentiras que le acompañaron. ¿Entre nosotros, quién cree un ápice de todas las patrañas religiosas?, ¿quién piensa que las tormentas son voluntad de Dios?, ¿quién dice que las flores son un regalo divino o que las plantas crecen libremente?, ¿quién hace al hombre culpable y al animal inocente? Cuanto influjo indeseable, cuántas mentiras… ¡La vida, nuestra vida, todo, cualquier suceso es necesario! ¿No es verdad que el ser humano está formado de células, que están formadas de átomos, y estos de partículas físicas, y de electrones, protones, neutrones…?
¿No están también las piedras, los rayos o las abejas formados de átomos, de partículas físicas, de materia en sentido físico?, ¿entonces qué diferencia a unos de otros? – orden, información, forma. – ¿Acaso podemos distinguir a la Naturaleza de sus mismas leyes, de todo, de algo, de yo? ¿No será que algunos santos varones han errado al concebir un Dios distinto de la Naturaleza, pues la Naturaleza es todo, es Dios…?
Pensar, como se ha hecho, que la conducta de los seres vivos es natural, es un efecto de las leyes de la Naturaleza, y que la conducta humana está fuera de esas leyes, es una santa idiotez. “El hombre es parte de la naturaleza, no algo en contradicción con ella. Sus pensamientos y movimientos corporales siguen las mismas leyes que describen el movimiento de los astros y los átomos. […]Su cuerpo, como toda materia, está compuesto de electrones y protones, que, por lo que sabemos, obedecen a las mismas leyes a las que obedecen también los que no forman parte de los animales o plantas.”  [4]
No he encontrado una definición más clara y sencilla de la aportada por el físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge, cuando dice que “el principio de determinación sólo afirma que la realidad no es un agregado caótico de sucesos aislados, incondicionados, arbitrarios, que saltan aquí y allá sin conexión alguna con ninguna otra cosa; expresa que los sucesos se producen y condicionan en formas definidos, aunque no necesariamente de manera causal.” [5]
Todas las facultades o capacidades propiamente humanas son fruto de la evolución genética y cultural de las especies, son efecto del medio, consecuencia de las leyes de la Naturaleza.  Nosotros “comprendemos a nuestros semejantes como sistemas enteramente determinados y como representantes de culturas diferentes, es decir como necesarios y como modificables.” [6]


4

El juego de la vida [7]– ¿Alguien sabe a dónde ha quedado reducido el mundo de lo no material, no natural, no físico, innatural, espiritual? – a la imaginación,  a la ilusión, al ideal – El universo, el cosmos, el mundo, las galaxias, los astros, las tormentas, la tierra, los agujeros negros, la luz, el gas, los meteoritos, el plasma, la vida, el Sol, la cultura, los artificios, la razón, la reproducción, en definitiva, todo lo que existe, que conocemos o podemos conocer es completamente natural, es totalmente físico. Esto es, dada una disposición cualesquiera de la materia o la energía en el inicio de la evolución del universo actual, las lex naturalis – que hemos aproximado – han determinado lo que ésta materia o energía ha ido produciendo; todo, cualquier suceso, puede explicarse mediante las lex naturalis porque son las que desde un principio han determinado el comportamiento de la energía inicial, la evolución de una disposición inicial de energía hasta las formas actuales, hasta el ahora. Lo que sucede, ha sucedido o sucederá es la consecuencia directa, el efecto de las leyes de la Naturaleza.


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Posiblemente se preguntarán; ¿y qué son ésas lex naturalis? Erwing Shrödinger, uno de los físicos más célebres del pasado siglo XX, nos indicó en su libro, “¿Qué es una ley de la naturaleza?”, las características principales de estos principios. Según dice, “las leyes de la naturaleza son regularidades estadísticas observadas en el acontecer natural”, es decir, se trata de una formulación de las regularidades percibidas, esto es, del mismo fenómeno, no hay ningún noúmeno que determine lo que va a suceder en el fenómeno, sólo existe los fenómenos y las regularidades que percibimos en su comportamiento. “Cuando por ejemplo, te demuestren que desciendes del mono, tienes que aceptarlo y dejar de enfurruñarte. […] ¡Hagan el favor!, es inútil rebelarse. ¡Se trata del dos por dos son cuatro! La Naturaleza no va a consultarlo con usted; poco le importan sus deseos, y si le gustan o no sus leyes. Deben aceptarla tal y como ella es, y por consiguiente aceptar también todos sus resultados.” [8]
Tal y cómo nos advirtió Thomas Kuhn, en su libro “La estructura de las revoluciones científicas”, las leyes científicas son, tan sólo, las mejores aproximaciones a la realidad observada. Una vez establecida una ley, los científicos trabajan en base a ella y después, sólo con la acumulación sucesiva de anomalías[9] se establece que la teoría o la ley son erróneas. Finalmente se intenta establecer una nueva ley que se aproxime mejor a los hechos observados. Así nunca debemos considerar cómo eterna e inmutable a la ley científica, pues irá evolucionando con el tiempo. Asimismo estas leyes no son ajenas a nuestros límites de percepción, dicho de otro modo, a nuestra naturaleza.


6

Y si ahora el dominio de Dios está empezando a ser sustituido por el dominio natural, si nuestra creencia en Dios ha quedado diluida entre los conocimientos científicos, ¿dónde han quedado aquellos conceptos arcaicos de la voluntad libre, la acción, el libre albedrío, la realidad del más allá, la responsabilidad moral o el alma humana? La lógica postmoderna nos indica con claridad que todos estos conceptos han muerto lógicamente; son ahora sinsentidos lógicos o malentendidos históricos. Siguiendo unas bellas palabras de Russell, la doctrina del libre albedrío  “exigía que los actos de los seres humanos, por lo menos, no estuvieran sujetos a la ley natural” y esto, ya deben comprender que no es posible.
Por su parte el idealismo dice <<la realidad exterior, lo que percibo, ya no es que sea mera apariencia, sino es que no es nada, sólo existen las ideas, mis ideas>> ¿Es que existe un mejor modo de huir de la realidad que con el idealismo? ¿Es que el idealismo no es la última consecuencia de la percepción como mera apariencia, es decir, del cristianismo? Tal vez estemos encerrados dentro de una pecera perceptiva, un velo de maya, pero, “¿qué importa – dice el hombre práctico – que el mundo exterior exista o sea un sueño, si yo puedo obligarle a comportarse según mis deseos?” [10]


7

Muchos pensarán, acertadamente, que el relativismo epistemológico tiene razones serias para ser tenido en cuenta, pero es cierto que también hay muchas otras para despreciarlo. Vygotsky nos sirve como ejemplo clásico del relativismo lingüístico: “[…] el desarrollo del pensamiento está determinado por el lenguaje, es decir, por los instrumentos lingüísticos del pensamiento y por la experiencia socio-cultural del niño. […]” [11] Aquí nos aparece la idea principal y acertada del relativismo epistémico, el conocimiento, es decir, aquello que consideramos justificado creer, está determinado por la experiencia personal.
Por otro lado, el relativista podría argumentar que existen límites perceptivos para todas las especies y por tanto, para nosotros, pero si hablamos de limitaciones para la especie, entonces nunca saldremos de ella y debemos concluir que vivimos en un mundo relativo a la percepción humana, pero esto, es evidente. Con esta misma idea de fondo nació el constructivismo, el ser humano construye su propia realidad a partir de la sociedad en la que crece, el conocimiento es construido por el ser humano a partir de las necesidades e intereses de la comunidad y no por razones epistémicas. 
Creo que ambas posturas tienen razón, en parte, pues el ser humano está determinado por sus experiencias, es decir, por su memoria. Todos nuestros razonamientos, ideas, emociones y acciones son causadas por un mismo factor; la percepción. Esto es, que nosotros siempre interpretamos la realidad, nunca la describimos objetivamente, en sí, no existe. Los estudios de Norwich pueden suministrar una gran base para el desarrollo de una interesante teoría gnoseológica  relativista.


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Empirismo crítico. Quiero transmitiros mi concepción de la realidad y para ello debéis entender la importancia de la ciencia moderna como la creadora de una nueva sociedad, nuestra sociedad moderna. “Ciento cincuenta años de ciencia han resultado más explosivos que cinco mil años de cultura precientífica.” [12] En la ciencia moderna se abandonó la deducción y se impuso la inducción como método para resolver los problemas planteados. Apareció el pensamiento crítico, debemos poner en duda todo lo que no está probado, todo lo que no se logra demostrar. La verdad, toda verdad procede de un hecho, de un hecho comprobable, es decir, de algo demostrable. Si la ciencia fuera falsa, totalmente relativa a la percepción e inconmensurable con la realidad en sí, entonces nuestros rascacielos estarían en el suelo, nuestros tratamientos serían inútiles y todos nuestros móviles, coches y ordenadores no hubieran existido jamás.
Entended que la ciencia es nuestra mayor fuente de verdad, de ideas correctas, de ideas formadas desde la inducción, es decir, desde la experiencia, la empiria. Ningún valor tienen las ideas creacionistas que no se apoyan en hecho alguno y así ninguna otra que no lo haga. Las ideas no empiristas son, cuanto mínimo, indemostrables, y a mi juicio deben considerarse falsas. Los hechos, eso es lo que verdaderamente importa. Hay que pensar en lo que sucede, en lo que nos desvela. “¡Los hombres, los hombres, esto es lo esencial!”[13]


[1] Michel Foucault, “Microfísica del Poder”
[2] Friedrich Nietzsche, “Poder”
[3] ¿Para qué serviría ese más allá si no fuera para ensuciar el más acá?” Friedrich Nietzsche, “Crepúsculo de los ídolos”
[4] Bertrand Russell, “Por qué no soy cristiano”
[5] Mario Bunge, “La Causalidad: el principio de causalidad en la ciencia moderna.”
[6] Michel Foucault, “Microfísica del poder”
[7] John Conway, “The game of life”
[8] Fiódor M. Dostoievski, “Memorias del subsuelo”
[9] Las anomalías son descritas por Kuhn cómo incongruencias entre los experimentos científicos y la teoría en base a la que se realizan los experimentos.
[10] Bertrand Russell, “La perspectiva científica”
[11] Juan José Acero, “El papel del lenguaje en la confrontación del pensamiento: Gadamer y la relatividad lingüística.”
[12] Bertrand Russell, “La perspectiva científica”
[13] Fiódor Dostoievski

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