lunes, 23 de enero de 2012

Against SOPA and PIPA


ENGLISH

"As concerned global citizens, we call on you to stand for a free and open Internet and vote against both the Protect IP Act and the Stop Online Piracy Act. The Internet is a crucial tool for people around the world to exchange ideas and work collectively to build the world we all want. We urge you to show true global leadership and do all you can to protect this basic pillar of our democracies worldwide."

Visit this website and sign the petition to all Members of the US Congress:

http://www.avaaz.org/en/save_the_internet/?ftlPCcb&pv=239


CASTELLANO

"Como ciudadanos del mundo, les pedimos que defiendan un Internet libre y abierto y que voten contra la Ley de Protección de IP (PIPA) y la Ley para Detener los Actos de Pirateria Online (SOPA). Internet es una herramienta crucial para la gente de todo el mundo, una herramienta para intercambiar ideas y trabajar juntos para construir el mundo que queremos. Le instamos a demostrar su verdadero liderazgo mundial y hacer todo lo posible para proteger a este pilar básico de nuestras democracias en todo el mundo."

Visita esta web y signa la petición para todos los Miembros del Congreso de los EEUU:

http://www.avaaz.org/en/save_the_internet/?ftlPCcb&pv=239

martes, 17 de enero de 2012

Contra la Historia


Hoy en todo el mundo se enseña historia regional o local, la historia política, social y cultural de una región mayor o menor. Cada región enseña su historia desde su punto de vista. Mientras en los Estados Unidos los niños aprenden los nombres de los presidentes americanos y la historia de su nación, en Europa los niños aprenden los nombres de los presidentes de su país y las historias de su región. En todo el mundo, los niños aprenden la historia de su nación, conocen todas las guerras, revoluciones o cambios sociales que ha vivido su país, pero desconocen lo que sucedió en China, Rusia, América, Indonesia, Europa… A mucho estirar, se les enseña la historia de su continente o del territorio vecino al suyo.

Ya cuando los niños europeos estudian la Historia de Europa, no lo hacen igual en todas las regiones, no se enseña lo mismo en todos los países europeos. Dentro de España, por ejemplo, la gente educada en distintas regiones aprende historias distintas. Vemos, por ejemplo, que mientras en Catalunya se enseña la historia del reino “Catalano-Aragonés”, en Aragón los niños aprenden la historia del reino de “Aragón y Catalunya”. Lo mismo sucede a mayor escala, los niños europeos aprenden mucha historia de su región, un poco de historia europea y nada de historia china, india o sudamericana. En Europa los niños aprenden que Colón fue el primer hombre en llegar a América, o dicho de otro modo, que Colón descubrió el continente americano. No es difícil detectar un prisma determinado en estas aserciones; pues Colón sólo fue el jefecillo del primer grupo de europeos que llegaron a América. Pues todos sabemos que ese continente ya estaba poblado y descubierto por muchas otras culturas humanas.
Hasta ahora hemos visto que; 1. En cada región se enseña básicamente su historia y la de sus vecinos, y 2. En cada región se enseña la historia desde su punto de vista.
Además del ya conocido tópico; “la historia la escriben los vencedores”, ahora es claro que los niños están mal informados, que crecen con una información parcial y partidista de la realidad, pues no se enseña más que la historia de la región en la que viven, desde una perspectiva particular de la región. Cuando se enseña historia a un niño se hace desde un prisma particular, se hacen juicios de valor, se enseña que esos eran buenos y los otros malos, que unos eran cultos y los otros barbaros. Los niños siguen aprendiendo que “los ingleses nos atacaron” o que “los franceses nos invadieron” o que “civilizamos a los indígenas”… Se hace pues historia desde un prisma determinado, el de la propia nación o Estado. Este hecho hace que los niños catalanes acaben desarrollando, en su madurez, una animadversión con los españoles o con los franceses, es decir, con aquellos que históricamente han dominado su región. Lo mismo ocurre en los países coloniales o en cualquier otro país del mundo. Pues en todos ellos se enseña la historia de su región desde su propio punto de vista, y así aparecen ya los buenos (nosotros) y los malos (otros).
Mientras los niños aprenden ingestas cantidades de información inútil acerca de quién atacó a su región o quién gobernó en su país, prácticamente no saben nada de la Historia de la Humanidad (HH) o de la Historia de las Ideas (HI), es decir, de la Historia del espíritu universal.
Si hay algo que el cristianismo, la escuela de Jesús, ha aportado a la humanidad y seguirá inexorablemente es su revolución de la igualdad y de la fraternidad entre los hombres. Este es un signo claro para cualquiera, pues la Historia de la Humanidad nos ha llevado a organizaciones cada vez mayores, de mayor igualdad y fraternidad. Y si hay algo que va en contra de este ideal, que separa a los hombres, que los hace contrarios y enemigos de sí, eso es la historia regional, la historia local o nacional explicada desde un punto de vista particular. 

Los niños deberían aprender la Historia de la Humanidad, es decir, la historia de la especie humana, la historia de la cultura humana, la historia del pensamiento humano, la historia de la ciencia o la técnica humana, la historia de las sociedades humanas. Y nada tienen que aprender acerca de los líderes de su región, de las guerras de su país o de los conflictos pasados. ¿Para qué sirven todos estos conocimientos de historia regional, si no es para enfrentar a la gente, para defender la identidad nacional? Y yo detesto de la identidad nacional, ¡qué cosa más repugnante! La nación huele mal, la identidad nacional es repugnante y la historia de la nación es vomitiva. Esto ayuda a que la gente se identifique como español, como catalán, como distinto de, como diferente a, y por tanto, como no igual. No quiero nada nacional, ¡basta de naciones! Yo me deshice de mi identidad nacional hacia los veinte años, cuando aprendí que no hay nada mejor en mi nación que en las demás, que no somos distintas especies de simios, que no somos mejores personas. El nacionalismo, todo nacionalismo, es contrario al ideal cristiano de fraternidad y amor entre las personas. Es un freno a ese ideal, es una barrera para la unión fraternal de la humanidad. A los niños se les debe enseñar historia del mundo, historia de la Tierra, historia del pensamiento o historia de la humanidad, pero nunca historia regional, nunca una historia nacional.
Se dice que la historia nos permite recordar, y por tanto, nos permite no tropezar dos veces con la misma piedra. Esto es rotundamente falso, la historia perpetúa conflictos históricos, intereses pasados, rencillas de nuestros antepasados. Las historias nacionales perpetúan la identidad nacional y por tanto, perpetúan las diferencias culturales e ideológicas entre las distintas naciones o pueblos de la Tierra. No hay nada de sano en ello. Hoy los niños aprenden aquella historia que les separa a unos de otros, la historia de su nación, en vez de aprender la historia de la humanidad, la historia común, la historia que nos une…
                                   




Continuará…

miércoles, 11 de enero de 2012

Un sistema de valores II

...

Ya que la respuesta es obvia, veamos otro ejemplo para llegar a nuestro objetivo; ¿Qué nos produce repugnancia, qué nos genera asco o repulsión? 


La repugnancia la siente alguien de forma subjetiva, o relativa, y puede que otro sienta una emoción positiva ante un hecho que parece repugnante. Ejemplos hay miles; la mayoría de la población occidental siente asco al ver a orientales comer perros o insectos, que se consideran mascotas o simples bichos incomestibles. Nuestra cultura no contempla la posibilidad de comer perros o insectos, no es algo habitual, incluso es algo desconocido para prácticamente todos los occidentales, ningún occidental ha saboreado el perro. ¿Pero por qué sentimos asco con esto? 


Sentimos asco, una emoción repulsiva, cuando vemos, es decir, percibimos, algo muy desordenado, muy desconocido, muy incierto (peligroso). Algunos sentirán asco con la ingesta de cerebros, pero otro que ya los comen desde pequeños no sentirá esa sensación de repugnancia. Esta repulsión emocional, este valor negativo, lo otorgamos a todo lo que no comprendemos, a todo aquello que no logramos definir, reconocer, entender o explicar. 


Puede que en otra ocasión alguien sienta asco por una habitación muy sucia, o desordenada, o por una acción inmoral, es decir, fuera de la moralidad establecida. El caso que nos ocupa, el de los valores, o moral, tiene un buen ejemplo en los católicos que pueden sentir asco al ver una pareja homosexual, o aún más, una bisexual, pues resulta algo tremendamente nuevo para ellos, algo vicioso y nocivo, repugnante, maligno... Se trata de algo extraño, desconocido, que contradice las normas que durante años han guiado sus vidas, que rompe sus expectativas, y por lo tanto, algo que despierta en ellos una gran incertidumbre. Lo que reconocemos, lo que es para nosotros orden y certidumbre, emana emociones positivas y valores positivos, todo lo contrario de lo que no conocemos, de lo que está desordenado o es incierto. 






“Más vale malo conocido que bueno por conocer” dice el refranero español, que también ilustra ésta naturaleza de los valores. Rechazar lo que desconocemos, lo que rompe con nuestras ideas, expectativas, pensamientos o ilusiones, y aceptar todo lo que reconocemos fácilmente, lo esperado, lo deseado, anhelado…. Sentimos miedo de lo desconocido, de lo que no podemos controlar o prever, de lo que está desordenado, de lo que es peligroso para nosotros. Nuestros valores son positivos o negativos ante un estímulo dependiendo de la incertidumbre que percibimos en él, y esta incertidumbre ya sabemos que es relativa a la información que poseemos a priori. 


La limpieza, el orden, la respuesta, la solución, la sinceridad, lo normal, lo habitual, lo conocido, lo esperado o lo deseado son cosas que todos los humanos valoran positivamente. La suciedad, la incógnita, la duda, la incertidumbre, el desorden, el caos, lo desconocido, lo nuevo, lo extraño, lo raro, lo indeciso, lo inexplorado, lo inestimable, lo impreciso, lo diferente, lo anormal, el dilema, el enigma, la pregunta, el problema,… ¡Todos ellos sinónimos para nuestras mentes!¡Todos valores negativos instintivamente! 






Y esto también sucede en el arte, que sirve al artista como plataforma de expresión de sus sentimientos y emociones que no puede transmitir con palabras. Así mismo el espectador goza con el arte que consigue interpretar, que consigue entender o comprender. Los espectadores, o los críticos de arte, rechazan todas las obras de arte que no logran entender, que no son capaces de explicar. 






Y las culturas, que parecen a primera vista tan distintas, son en realidad muy similares, todas ellas están compuestas de individuos humanos que comparten unas mismas leyes de comportamiento, y por lo tanto se rigen por reglas similares. Todas las culturas, religiones o éticas del globo terráqueo, valoran de forma más o menos distinta los mismos hechos, pero todos comparten unas mismas leyes de valoración. 


Si entendemos que cualquier sistema ético viene dado por una determinada interpretación del mundo, y por tanto implica un orden distinto, podemos ver que todos valoran positivamente lo que para ellos es una solución, una respuesta, un incremento de orden, un incremento de conocimiento, un incremento de limpieza o de información. Las culturas valoran negativamente todo lo que es contrario a sí, todo lo que para ellos es desorden, incertidumbre, peligro. Lo enigmático, lo que incrementa el desorden, lo anormal, lo incierto, lo extraño… Todo lo que rompe nuestro orden mental; todo lo que nos quita información, o lo que es lo mismo, todo lo que nos genera incertidumbre. El miedo cristiano a perder el “orden natural” de la familia con la aprobación del matrimonio homosexual o la lucha contra el desorden que significa la aprobación del aborto. El desorden que significa “la muerte digna” al romper el “orden natural” en el que “Dios da la vida y Dios la quita”,… 






El valor negativo que todo humano atribuye a lo que para él es desconocido, sólo puede corregirse o modificarse, con el conocimiento, con el incremento de información de esa cosa extraña. Necesitamos aprender, entender o comprender a las demás culturas para disolver nuestros conflictos. Todas las culturas dan respuesta a las preguntas que sus individuos se plantean, desde las tribus amazónicas, hasta los luteranos o los taoístas. Ese afán de dar respuestas a los problemas que encontramos, a las incógnitas o incertidumbres, nos ha llevado a desarrollar la ciencia, la técnica, la filosofía, la religión, los cuentos, los mitos, la academia, la universidad, la escuela, la divulgación, internet, incluso el arte, las escuelas de pintura, de teatro, de música, de danza…. Esa necesidad de ordenar nuestra mente nos llevó a construir organizaciones sociales cada vez más complejas. 






En este sentido debemos concluir que todos los humanos valoran de forma distinta, según la información sensorial que poseen, y por tanto, los individuos de una misma cultura, que comparten una gran cantidad de información sensorial, valoran de forma similar. Los que se han formado en culturas muy diferentes valoran de forma muy distinta, a veces hasta contraria, porque prácticamente no comparten información sensorial y tienen una percepción distinta de la incertidumbre en el entorno. Los valores que otorgamos a nuestro mundo exterior son relativos a la información que hemos ido almacenando desde muy pequeños hasta hoy. Valoramos positivamente todo lo que esperamos, lo que nos recuerda a la niñez, lo que encaja con nuestras expectativas, lo que incrementa nuestro conocimiento, lo que reduce la incertidumbre. Cualquier humano, hombre o mujer, sea blanco o negro, de aquí o de allí, valorará negativamente todo lo que para él es un incremento de la incertidumbre, del peligro, del desorden, de la entropía. Todo lo que es contradictorio con lo que creemos, todo lo que rompe nuestras esperanzas, todo lo que designamos desconocido, anormal, distinto, extraño, raro…

martes, 10 de enero de 2012

Un sistema de valores



“Muchas cosas que un pueblo llama buenas, eran para otros vergonzosas y despreciables: he ahí lo que yo he visto. A muchas cosas, que acá las calificaban de malas, las adornaban allá con el manto de púrpura de los honores.”
Friedrich Nietzsche


Hoy día vemos cientos de ejemplos en los que distintas personas valoran de forma diferente un mismo hecho (estímulo). Los musulmanes, por ejemplo, valoran negativamente llevar la cabeza descubierta en la calle y los occidentales no, o los cristianos creen correcto beber alcohol y los musulmanes no, etc. Como este, sabrán, hay otros miles. Los veganos, o los budistas, valoran negativamente comer animales y los cristianos o musulmanes no…
Pero todos valoramos, todos damos valor a los sucesos y objetos del mundo exterior, a un mundo carente de valor. La ciencia nos ha enseñado que la naturaleza no guarda valor alguno, y que somos nosotros, los seres vivos, los creadores del valor. Un ser vivo tiene que elegir, preferir, optar, otear, tantear, escoger, en definitiva, decidir, y para ello, valorar. ¿Pero valoran todos los seres vivos igual, valoran todos los humanos igual?

Hemos visto que todos valoramos los mismos hechos de forma distinta, incluso de forma opuesta, pero tal vez todos lo hagamos en base a unas mismas reglas, ¿pero qué reglas serían esas, cómo comprender que un católico quiera enterrar al difunto en sepultura y el pagano quemarlo? Incluso podríamos preguntar, ¿qué regla hace que el católico acepte el matrimonio heterosexual y rechace al homosexual? Todo esto ha llevado al relativismo ético o moral a postularse como la fórmula más fuerte de nuestros tiempos, así también gracias a otros descubrimientos, el relativismo se ha extendido entre la antropología, la epistemología, la sociología… ¿Pero es correcta esta amalgama de hipótesis relativistas?
Mientras cursaba mis estudios en filosofía hice una asignatura de introducción a la antropología continental (social-cultural) y mí profesor me enseño algo que nunca olvidé; ¿qué es la limpieza?
¿Cuándo decimos que algo está sucio o cuándo decimos que algo está limpio? ¿Qué significan los términos de limpieza y suciedad? Limpieza y suciedad indican orden y desorden. Aquí debemos entender un concepto de orden distinto al termodinámico, un orden informacional, un orden relativo a la información que tenemos y a su estructura interna.

Cuando, por ejemplo, llenamos de arena de playa o de hojas de árboles nuestra habitación, alguien podría decir que está sucia. Pero cuando vamos a la playa, no la encontramos sucia por su arena, sino por las colillas y otros desechos que no están en su sitio. Una bolsa de patatas fritas no puede estar sucia de patatas fritas, pues precisamente está limpia cuando sólo contiene patatas fritas, es decir, cuando todo está ordenado, en su sitio, o para ser más precisos, en lo que consideramos su sitio. Una patata frita ensuciará la cama, el sofá, el suelo, o lo que sea, siempre que no esté en su sitio. El zumo de frutas que compramos ayer exprimido y envasado no estará nunca sucio de zumo, lo mismo que un vaso; nadie piensa que un vaso lleno de zumo pueda estar sucio de zumo. Sólo cuando tiramos el líquido en el suelo o encima de la mesa, podemos decir que el suelo o la mesa están sucios, porque están desordenados, sucios, llenos de una substancia que no debería estar allí. Se trata de algo que nos rompe las expectativas, algo que contradice lo esperado.

Lo mismo ocurre con el bosque, no puede estar sucio de hojas de árboles, de ramas o de insectos, pero sí que puede estar sucio de desechos humanos; refrescos, condones, bolsas de patatas… Cuando alguien ve cucarachas dentro de una casa, suele pensar, y no siempre decir, que la casa está sucia, porque la casa no es el lugar para las cucarachas, que nada ensucian en el bosque. El orden y el desorden mental son las medidas de la limpieza y la suciedad; está limpio todo lo que está ordenado, lo que está en su sitio, donde esperamos.
¡Pero no nos quedemos aquí! Veamos nuestra propia lengua, véase el valor negativo que emerge de la oración <<esto es incierto, tú mientes>> y el valor positivo que tiene todo <<esto es cierto, es verdad>>. Ahora nos podemos preguntar; ¿Y qué es bueno, la limpieza o la suciedad, la verdad o la mentira?