miércoles, 11 de enero de 2012

Un sistema de valores II

...

Ya que la respuesta es obvia, veamos otro ejemplo para llegar a nuestro objetivo; ¿Qué nos produce repugnancia, qué nos genera asco o repulsión? 


La repugnancia la siente alguien de forma subjetiva, o relativa, y puede que otro sienta una emoción positiva ante un hecho que parece repugnante. Ejemplos hay miles; la mayoría de la población occidental siente asco al ver a orientales comer perros o insectos, que se consideran mascotas o simples bichos incomestibles. Nuestra cultura no contempla la posibilidad de comer perros o insectos, no es algo habitual, incluso es algo desconocido para prácticamente todos los occidentales, ningún occidental ha saboreado el perro. ¿Pero por qué sentimos asco con esto? 


Sentimos asco, una emoción repulsiva, cuando vemos, es decir, percibimos, algo muy desordenado, muy desconocido, muy incierto (peligroso). Algunos sentirán asco con la ingesta de cerebros, pero otro que ya los comen desde pequeños no sentirá esa sensación de repugnancia. Esta repulsión emocional, este valor negativo, lo otorgamos a todo lo que no comprendemos, a todo aquello que no logramos definir, reconocer, entender o explicar. 


Puede que en otra ocasión alguien sienta asco por una habitación muy sucia, o desordenada, o por una acción inmoral, es decir, fuera de la moralidad establecida. El caso que nos ocupa, el de los valores, o moral, tiene un buen ejemplo en los católicos que pueden sentir asco al ver una pareja homosexual, o aún más, una bisexual, pues resulta algo tremendamente nuevo para ellos, algo vicioso y nocivo, repugnante, maligno... Se trata de algo extraño, desconocido, que contradice las normas que durante años han guiado sus vidas, que rompe sus expectativas, y por lo tanto, algo que despierta en ellos una gran incertidumbre. Lo que reconocemos, lo que es para nosotros orden y certidumbre, emana emociones positivas y valores positivos, todo lo contrario de lo que no conocemos, de lo que está desordenado o es incierto. 






“Más vale malo conocido que bueno por conocer” dice el refranero español, que también ilustra ésta naturaleza de los valores. Rechazar lo que desconocemos, lo que rompe con nuestras ideas, expectativas, pensamientos o ilusiones, y aceptar todo lo que reconocemos fácilmente, lo esperado, lo deseado, anhelado…. Sentimos miedo de lo desconocido, de lo que no podemos controlar o prever, de lo que está desordenado, de lo que es peligroso para nosotros. Nuestros valores son positivos o negativos ante un estímulo dependiendo de la incertidumbre que percibimos en él, y esta incertidumbre ya sabemos que es relativa a la información que poseemos a priori. 


La limpieza, el orden, la respuesta, la solución, la sinceridad, lo normal, lo habitual, lo conocido, lo esperado o lo deseado son cosas que todos los humanos valoran positivamente. La suciedad, la incógnita, la duda, la incertidumbre, el desorden, el caos, lo desconocido, lo nuevo, lo extraño, lo raro, lo indeciso, lo inexplorado, lo inestimable, lo impreciso, lo diferente, lo anormal, el dilema, el enigma, la pregunta, el problema,… ¡Todos ellos sinónimos para nuestras mentes!¡Todos valores negativos instintivamente! 






Y esto también sucede en el arte, que sirve al artista como plataforma de expresión de sus sentimientos y emociones que no puede transmitir con palabras. Así mismo el espectador goza con el arte que consigue interpretar, que consigue entender o comprender. Los espectadores, o los críticos de arte, rechazan todas las obras de arte que no logran entender, que no son capaces de explicar. 






Y las culturas, que parecen a primera vista tan distintas, son en realidad muy similares, todas ellas están compuestas de individuos humanos que comparten unas mismas leyes de comportamiento, y por lo tanto se rigen por reglas similares. Todas las culturas, religiones o éticas del globo terráqueo, valoran de forma más o menos distinta los mismos hechos, pero todos comparten unas mismas leyes de valoración. 


Si entendemos que cualquier sistema ético viene dado por una determinada interpretación del mundo, y por tanto implica un orden distinto, podemos ver que todos valoran positivamente lo que para ellos es una solución, una respuesta, un incremento de orden, un incremento de conocimiento, un incremento de limpieza o de información. Las culturas valoran negativamente todo lo que es contrario a sí, todo lo que para ellos es desorden, incertidumbre, peligro. Lo enigmático, lo que incrementa el desorden, lo anormal, lo incierto, lo extraño… Todo lo que rompe nuestro orden mental; todo lo que nos quita información, o lo que es lo mismo, todo lo que nos genera incertidumbre. El miedo cristiano a perder el “orden natural” de la familia con la aprobación del matrimonio homosexual o la lucha contra el desorden que significa la aprobación del aborto. El desorden que significa “la muerte digna” al romper el “orden natural” en el que “Dios da la vida y Dios la quita”,… 






El valor negativo que todo humano atribuye a lo que para él es desconocido, sólo puede corregirse o modificarse, con el conocimiento, con el incremento de información de esa cosa extraña. Necesitamos aprender, entender o comprender a las demás culturas para disolver nuestros conflictos. Todas las culturas dan respuesta a las preguntas que sus individuos se plantean, desde las tribus amazónicas, hasta los luteranos o los taoístas. Ese afán de dar respuestas a los problemas que encontramos, a las incógnitas o incertidumbres, nos ha llevado a desarrollar la ciencia, la técnica, la filosofía, la religión, los cuentos, los mitos, la academia, la universidad, la escuela, la divulgación, internet, incluso el arte, las escuelas de pintura, de teatro, de música, de danza…. Esa necesidad de ordenar nuestra mente nos llevó a construir organizaciones sociales cada vez más complejas. 






En este sentido debemos concluir que todos los humanos valoran de forma distinta, según la información sensorial que poseen, y por tanto, los individuos de una misma cultura, que comparten una gran cantidad de información sensorial, valoran de forma similar. Los que se han formado en culturas muy diferentes valoran de forma muy distinta, a veces hasta contraria, porque prácticamente no comparten información sensorial y tienen una percepción distinta de la incertidumbre en el entorno. Los valores que otorgamos a nuestro mundo exterior son relativos a la información que hemos ido almacenando desde muy pequeños hasta hoy. Valoramos positivamente todo lo que esperamos, lo que nos recuerda a la niñez, lo que encaja con nuestras expectativas, lo que incrementa nuestro conocimiento, lo que reduce la incertidumbre. Cualquier humano, hombre o mujer, sea blanco o negro, de aquí o de allí, valorará negativamente todo lo que para él es un incremento de la incertidumbre, del peligro, del desorden, de la entropía. Todo lo que es contradictorio con lo que creemos, todo lo que rompe nuestras esperanzas, todo lo que designamos desconocido, anormal, distinto, extraño, raro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario